Propósito de Vida: La huella que deja tu camino

Por Antonio Mendoza, Senior Coach INMEDICAL.

La expectativa de vida al nacer para Ecuador está entre 74 a 80 años y la orientación que vamos a dar a este artículo, radica en hacernos una pregunta poderosa que busca generar reflexión en los lectores: A la edad que tengo, y basado en los años que me quedan por vivir, ¿tengo claro cuál es mi propósito de vida?

Tener un propósito de vida es uno de los factores clave en el desarrollo de los seres humanos, para así darle un sentido profundo a lo que hacemos y sobre todo a por qué lo hacemos, en todos los ámbitos que nos rodean en nuestro día a día.

Este aspecto también conecta con el mundo laboral y tiene un impacto directo en el nivel de acoplamiento y conexión que un ser humano pueda tener dentro de la cultura organizacional de la empresa o institución a la cual pertenece. También nos lleva a cuestionarnos, si el lugar donde actualmente trabajamos, está aportando al desarrollo de nuestro propósito de vida o no. Claro que, para poderlo saber, debemos volver a la pregunta originalmente formulada.

Las empresas tienen por lo general una misión y una visión, que les permite a sus colaboradores orientar las decisiones ancladas a lo que formulan ambas definiciones. Lo que falta en ocasiones en estos dos importantes elementos de una planeación estratégica, es que requieren de una CAUSA que lleve a todos en una organización a creer y estar convencidos del por qué hacen lo que hacen.


Esto lo desarrolla con mucha profundidad Simón Sinek en su libro Start With WHY, quien desde hace unos años atrás propuso un giro positivo en la manera de enfocar los negocios con un concepto denominado “círculo de oro” compuesto de tres preguntas básicas: la primera ¿Qué hacemos? Y cuya respuesta se ancla en definir los productos o servicios que ofrece una empresa o institución. La segunda pregunta es ¿Cómo lo hacemos? En ella las respuestas van orientadas a descubrir las ventajas competitivas. Sin embargo la pregunta más profunda y de mayor sentido es ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Y justamente en ésta última pregunta es donde se conecta todo con crear y creer en una CAUSA.


Para ser más gráficos, utilicemos dos ejemplos, en Apple creen en que hay que pensar diferente y a partir de esa premisa, promueven la innovación y hacen productos de vanguardia. En Inmedical, creen en que hay que llevar bienestar al mundo y se promueve la entrega total por servir con pasión al cliente.  Si todos en una organización creen en una causa, ¿qué nivel de impacto puede tener eso en el bienestar de quienes son parte de ella? Brevemente hablando, el impacto seguro se verá reflejado en el fortalecimiento del trabajo en equipo, en darle un verdadero sentido a lo que hacemos y consecuentemente, en personas más felices.


Entonces si las empresas tienen su misión y visión claras y logran crear y practicar su propio “círculo de oro”, su futuro se verá proyectado en línea con sus expectativas estratégicas.

Por otro lado, cuando analizamos este tema a un nivel personal, pocos son los que se dan el tiempo para pensar en que su vida individual también demanda de estas tres aristas. Caminamos o mejor dicho corremos en este mundo tan dinámico y cambiante para adaptarnos a las condiciones laborales y estilos de vida a los que estamos expuestos, lo cual es entendible si queremos sobrevivir en un entorno volátil, de pandemia y acelerado… Sin embargo, ¿por qué no parar unos pocos minutos a pensar si lo que estamos haciendo es básicamente desarrollarnos como verdaderos maestros y especialistas en supervivencia saliendo el día a día a como dé lugar? ¿Qué tan perjudicial puede ser el dejar un poco de lado el análisis de la causa de por qué vivimos como vivimos, o trabajamos donde trabajamos?



¿Cuántas personas trabajan en lugares que odian o que no les hace sentido alguno en su vida? Trabajan allí un tiempo porque están a la espera de que su hoja de vida sea recibida y aceptada en algún lugar, para así poder escapar de su actual función laboral. En otros casos prevalece la necesidad económica o también una buena remuneración que en ocasiones a pesar de estar en un entorno que no agrega a su propósito de vida, suple o excede las necesidades básicas materiales; todos ellos motivos comunes para quedarnos trabajando en un lugar que no nos hace sentido, pero que nos paga bien.

Indaguemos un poco más, ¿cómo ver la importancia de un propósito de vida?


El propósito de vida es aquella fuente de inspiración por la cual nos levantamos todos los días y que va más allá del dinero o del éxito, entendido este último tal vez equivocadamente, como la consecución de todas las aspiraciones materiales que un ser humano haya anhelado y que no es malo, hasta que lastima el propósito de vida personal.


El propósito de vida radica en tener muy claro todos aquellos aspectos que confluyen en la CAUSA en la que creemos y que se hace tan fuerte en nosotros mismos, que incluso en tiempos de desgracia y contratiempos se mantiene en pie porque creemos en ella firmemente.


El propósito de vida tiene que ver con nuestro futuro, es una consecuencia que esperamos se dé a nuestro favor y obviamente junto a quienes son parte del vínculo familiar. Tiene que ver con el bienestar, con el llegar a ser y luego con el llegar a tener. Tiene que ver con liderar con el ejemplo y que sean nuestras acciones las que hablan más fuerte que nuestras propias palabras.

Si usted aplicara una simple operación aritmética en la cual resta el número de años que la esperanza de vida al nacer señala, menos el número de años que usted ha vivido hasta el momento, ¿qué número obtendría? Ese número sería lo que la estadística dice que a usted le queda por vivir. Y aunque pueda sonar muy frío analizar la vida desde un número, es una realidad que nos invita a la reflexión, que nos lleva a pensar sobre qué hacemos con ese fantástico regalo llamado vida.


Con lo dicho hasta este punto, ¿considera usted que vale la pena tener un propósito de vida?


Lo invito a que lo desarrolle en cuatro pasos:


Primero: regálese un espacio de tiempo para diagnosticar por escrito lo que ha hecho y lo que usted es en su vida y posteriormente lo que quisiera llegar a ser como persona.


Segundo: determine su causa personal. Por qué hace todo lo que hace, cuál es su fuente de inspiración. Ejemplo: todo lo que hago, lo hago porque creo en la integridad o porque creo en servir como vocación, o porque creo en la confianza, o creo en hacer las cosas diferente, etc.


Tercero: qué acciones concretas debo ejecutar en el diario vivir que se reflejen en mi causa personal. A partir de esto, usted puede ir evaluando qué tan apegado o no está siendo a lo estipulado en el punto 2.


Cuarto: espere y autoevalúe sistemáticamente si las decisiones que está tomando van atadas a su propósito de vida.

Finalmente, el sentido que damos al trabajo y a todo lo que hacemos debería responder a un sentido más profundo: el propósito de vida. ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué vine a hacer en este mundo?… Preguntas con un tono existencia que a veces no tienen una respuesta o nos cuesta encontrarla, pero es justamente ahí donde radica nuestro trabajo como seres humanos: una búsqueda con significado, que nos motive e inspire a seguir caminando, que nos invita a trabajarnos y cultivarnos cada día para llegar a ser lo que hemos venido a ser.

Bien dicen que una vida sin un propósito es una vida sin sentido, y una vida sin sentido es una vida que no deja huella…

Quisiera concluir este artículo, invitando a los lectores a hacerse  una última pregunta: si estuvieras en los últimos años de tu vida y regresaras a ver lo recorrido, ¿cómo te recordarían tus seres queridos y conocidos?… Luego de pensar en esa pregunta, reflexiona en ¿cómo quisieras que te recuerden?

La invitación que me permito hacerte es que no esperes a que llegue ese día para empezar a pensar en lo que “te hubiera gusta hacer”. Encuentra tu propósito, encamínate y haz lo que tengas que hacer HOY, para construir esa huella que te hace único y da sentido a tu vida; esa huella por la cual regresarás a ver y sonreirás con gratitud y satisfacción.

¡FELIZ CAMINO!